
¿De TO-MA a JA-KA?
En pocas semanas se ha pasado de cierta idea de que era posible -y hasta probable- que la segunda vuelta se jugara dentro del espectro de centroizquierda a centroderecha, a la idea cada vez más repetida de que Kast y Jara la “llevan” y pueden triunfar.

Se suponía que después de las elecciones del año pasado, Chile se había “moderado”. Que dentro de las luchas por la hegemonía de cada sector (las derechas y las izquierdas), los polos más cercanos al centro se habían fortalecido, relativamente.
Este supuesto cambio de tendencia quedaría ratificado si la segunda vuelta presidencial 2025 fuera entre una mujer de centroderecha, Evelyn Matthei, y una de centroizquierda, Carolina Tohá. Ambas, hasta hace poco, vistas como las más competitivas de su sector, justamente por poder abarcar electorado más amplio. Ambas con muchas diferencias, pero con algunas similitudes: dos servidoras públicas de experiencia y trayectoria, firmes y con carácter, ambas de sectores que en la elección pasada quedaron fuera de la papeleta de segunda vuelta (Yasna Provoste, candidata del hoy Socialismo Democrático, y Sebastián Sichel, candidato de Chile Vamos).
Pero, a pesar de tener bien distintos números en las encuestas, a ambas se las ha visto bajar o estancarse, y ya se ha ido consolidando una narrativa de que los que están haciendo mejor campaña son José Antonio Kast por la derecha y Jeannette Jara por la izquierda.
En pocas semanas, se ha pasado de cierta idea de que era posible -y hasta probable- que la segunda vuelta se jugara dentro del espectro de centroizquierda a centroderecha, a la idea cada vez más repetida de que Kast y Jara la “llevan” y pueden triunfar. Y que el match final podría ya no ser Tohá-Matthei, TO-MA, sino Jara-Kast, JA-KA.
Es imposible pronosticar qué pasará el día de la primaria y en noviembre; la norma de las últimas elecciones ha sido, más bien, la sorpresa. Pero hay un cambio de aire, objetivo y subjetivo. Las encuestas lo muestran: esta semana, Kast superó a Matthei en Cadem; Jara a Tohá en Ciudadano-UDD.
En lo subjetivo, Jara y Kast se ven mucho más cómodos en sus candidaturas y sus personas públicas que Matthei y Tohá. Jara ya hasta se ríe de las preguntas sobre Cuba y Venezuela y su falta de democracia. Ya no está incómoda, pese a que debiera estarlo dada la postura oficial de su partido, el PC, sobre Venezuela y Cuba, defendiendo la idea de que son democracias, aunque ninguna organización de derechos humanos (HRW, Amnistía Internacional) ni ningún estudio serio las define como tales. Y, en cambio, incomoda a Tohá: le pone nota roja a su rol de ministra del Interior en el combate a la delincuencia. O la saca al pizarrón por su origen social.
Tohá no ha devuelto, hasta hoy al menos, los golpes. Se queda estoica y silenciosa. Mucho podría decir del PC y su política exterior o de seguridad, o de su excandidato presidencial, el exalcalde Jadue, y sus múltiples frases para el bronce. Pero no.
Matthei, por su parte, ataca al gobierno, pero no a Kast ni Kaiser. No promueve la diferenciación dentro de las derechas, tampoco su comando, sino más bien la idea de que en lo fundamental “estamos de acuerdo”, como dijo su jefe de campaña, Diego Paulsen. Que es mejor candidata, porque ofrece “mayor gobernabilidad”.
Frente a las críticas también hay, más bien, silencio.
Ambas debatieron esta semana. Las dos se veían un tanto constreñidas, como lejanas a su propia naturaleza. Y quizás ese es el principal problema de sus campañas: alejarlas de sí mismas. A Tohá la han tratado de mostrar más simpática, cercana y “humana”: se la ve haciendo café, cocinando, abriendo su cartera. Pero esto no es concurso de simpatía: Tohá no debe buscar caer bien, sino que la elijan para gobernar porque es seria y responsable. A Matthei, en cambio, la han endurecido, haciéndola parecer Thatcher. Pero su personaje público mejor evaluado, alcaldesa de Providencia, no era una mujer dura y fría, que andaba callando a la gente con rictus amargo. Era ejecutiva, hacedora, liberal, preocupada de la ecología y de todos sus vecinos y vecinas, no solo de los de derecha.
El problema de todo esto no es solo para sus equipos y para ellas mismas, que hace rato se ganaron el derecho de ser quienes son. Si ellas fracasan en la competencia interna, el problema es para el país, que tiene problemas que requieren soluciones de largo plazo, no efectistas ni de trinchera. Y, además, en el momento geopolítico más inestable en décadas, la pregunta es quién puede gobernar mejor: evidentemente, personas con trayectoria, con experiencia pública completa, de partidos con capacidades de tender puentes más allá de su nicho.
Una elección entre el PC y el P. Republicano, a los extremos de cada sector político, haría que la polarización -de forma y de fondo- inundara el espacio público. Que quienes pierdan la elección sientan miedo e inseguridad. Y que la lógica de Stingo -nosotros ganamos, ustedes perdieron- prevalezca.
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