
El peso de los polos

Nos gusta creer que somos un país moderado, que valora los acuerdos y los cambios graduales. Podemos tener cada tanto algún brote de locura, pero a la larga las cosas se encauzan y vuelven a la normalidad. Hoy incluso somos testigos de un hecho insólito: la generación que llegó al gobierno prometiendo un proceso refundacional, hoy dice estar orgullosa de haber estabilizado al país, permitiendo un ciclo de mayor gobernabilidad.
Es curioso, ya que en los últimos años hemos vivido lo contrario: un proceso de polarización marcado, entre otras cosas, por un largo deterioro de las fuerzas que apelan a la moderación y la gradualidad. En rigor, hoy tenemos un centro político “huérfano”, donde las fuerzas que han buscado representar a esa supuesta mayoría moderada casi han dejado de existir. La DC, el gran partido reformista de la segunda mitad del siglo XX, decidió suicidarse para convertirse en un partido de izquierda. Y los intentos por ocupar su lugar no han tenido buenos resultados: hace unos años, Ciudadanos y Amplitud. Ahora, Amarillos y Demócratas.
Hasta hoy, todos los esfuerzos por llenar el aparente centro vacío han tenido un destino similar: la marginalidad que deviene muy luego en irrelevancia, y que contrasta con la creciente hegemonía de las opciones ubicadas en los polos del espectro político. Sin ir más lejos, en la última elección presidencial, los chilenos pudieron votar por Sichel, el candidato de Chile Vamos, y por Provoste, la representante de la ex Concertación; pero a segunda vuelta llegaron Kast y Boric. Ahora, todo parecía ir en dirección a una disputa entre Matthei, la candidata de la centroderecha, y Tohá, encabezando a la centroizquierda.
Pero, de nuevo, las cosas parecen moverse en otra dirección. Ambas se han estancado y empiezan a ser amenazadas por Kast, la primera, y por Jeannette Jara, la segunda. Es decir, las posiciones más radicales y con identidades más nítidas, vuelven a ser protagonistas. Es increíble, hoy el principal factor que todavía viabiliza a Matthei y Tohá es la división que se produce a la derecha de la primera y a la izquierda de la segunda. Si republicanos y libertarios llevaran una opción presidencial común, el riesgo de Matthei de no llegar a la segunda vuelta sería muy alto. En paralelo, si el PC y el FA no compitieran con dos candidatos distintos en la primaria del oficialismo, Tohá estaría aún más complicada. Paradójicamente, lo que está sosteniendo las candidaturas en principio más cercanas a la moderación y los acuerdos es la división de los polos, no su debilidad.
De nuevo, entonces, hay algo que alimenta las alternativas más cercanas a los bordes, sectores con agendas nítidas y consistencia ideológica, que logran navegar mejor en un cuadro general de desconfianza y escepticismo. Si por muchas razones la polarización es hoy una de las claves de la política global, Chile vuelve a confirmar que posee las cualidades para ser un caso emblemático.
Por Max Colodro, filósofo y analista político
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